Lo más curioso es que no podría decir de dónde vienen.
Risas agudas que me enloquecen.
Allí está la señora gorda y feliz que señala con su dedazo y ríe como poseída,
hinchada y totalmente roja.
A su lado una jovencita cuya fina risa me hace cosquillas en la oreja,
y es tan bella... que perdono su burla.
Me imagino que el tono grave tal vez provenga de un señor mayor con cara de gracioso,
alegremente despejado de penurias y cuentos tristes, casi rebuzna el pureta.
Un hombre de cuarentaytantos lanza una risilla irónica...
de bastardo, con mirada cínica y hombros caídos de llevar la carga del honor,
de la hombría, esa despreciable carraca.
Los niños... también alguno pone su voz en mis oídos, ese niño despierto y libre...
la más sincera de todas las risas que oigo.
En fin, todo un elenco de acróbatas de un humor que no entiendo.
Jóvenes, viejos y figurantes de esta sociedad que no es la mía.
Siempre están ahí, esas risas en 'off', esos personajes que me inundan y se burlan, haciéndome pequeño. Están conmigo siempre y me voy acostumbrando.
Y cuando dispongo de un ratito libre y me siento para mirar a ningún sitio, añoro el tiempo en que yo me reía tanto como ellos. Sí, lo echo de menos...
Ahora, ante las situaciones graciosas se me arruga la cara y la expresión es patética.
Me duele el gesto y la sonrisa la perdí.
Simplemente, como quien pierde las llaves, el reloj, la vida.
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