hasta el silencio más estridente,
donde los niños son de espuma
y las ovejas personas.
Miles de torcidas estatuas
succionan mi pensamiento
y ahora me duele la vida,
la nevera y el ascensor.
Mutante en lejía;
me recorre una sonrisa de tornillo bastardo,
y las estatuas me señalan y mastican,
hasta que cada gota de sangre
se convierte en castillo sarnoso.
Mutante y estatuas,
decorado y cartón,
papel de fumar sobre clítoris de miel.
Un sinfín de ocasiones marchitas,
un sinvivir, un sintasol y...
un cerebro muerto.
El desierto soy yo,
y la subversión, mi amor perdido.

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