Su voz y su pulso tiemblan como campanas.
Vive solo, sólo vive y nada más.
Me contó su día, me contó hasta tres.
Yo le contestaba sí a todo;
le hipocritaba el gesto.
Bebimos café, licores,
rompimos colorines de la infancia.
Nos compramos mentiras,
a medida, por supuesto.
Años sin vernos. Menos mal.
Me encontré a Javier bajo una lápida.
Nos dimos la mano; la mía se la quedó.
Fuimos después a morirnos otra copa juntos.
Por los cero tiempos.
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