14 de agosto de 2014

El hombre sumergido

Y casi hundido, pero vivo. Es verano, lo detesto y me escondo. Sumergido en mi mundo sin querer saber nada de sombrillas. Por eso llevo un paraguas; por si llueve y hay notas de colores. Me sumerjo porque huyo de la masa. El secreto no está en la masa. Y llevo puesta una pajarita que me da aspecto de idiota y saludo a algunos seres perdidos que pasean también sumergidos. Los ciudadanos de la superficie son como los muñecos de los semáforos. Ellos hablan de fútbol y yo me sumerjo. Las paellas en la playa agotan mi paciencia y me quitan las esperanzas en la raza humana. Una pareja de recién casados ha muerto acribillada a insultos que decían la verdad. Esto es poesía, amigo, es lo que hay, y si no te gusta vete a la playa, allí todos son iguales. Soy un hombre sumergido y además llevo un paraguas; eso me distingue. Espero que el temporal veraniego de ahí afuera termine de una vez para poder salir a la superficie, sonriente y con el revolver cargado para comenzar una revolución. Todo lo demás no me importa. Volarán por lo aires el señor presidente y sus ministros, las bodas y las chanclas de playa, los niñatos ruidosos y sus coches modernos, las discotecas y las fiestas de pijos nocturnas. Hasta entonces estoy sumergido, veo lo que hay y espero, con mi paraguas y una estúpida pajarita en el cuello, a que llegue la revolución de una vez por todas.